El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento

“Ahora para encontrar trabajo hace falta un máster. ¿Qué será lo próximo? ¿El Nobel? Entrevista al educador Ken Robinson

Publicado por El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento en Jueves, 21 de julio de 2016

Historia del Universo

Diagrama representativo de la historia del universo.

Para todas las mentes curiosas

con inquietud de conocimiento.

Neuronas

Conexiones sinápticas.

Química

Tabla Periódica de los elementos.

Tecnología

Al alcance de nuestras manos.

Moléculas y el espacio

FRASES DE CIENCIA

martes, 9 de enero de 2024

Un universo no hecho para nosotros (Carl Sagan)

 


Fragmentos del libro «Un punto azul pálido», de Carl Sagan (1994).






Nuestros antepasados entendieron los orígenes extrapolando a partir de su propia experiencia. ¿Cómo iban a hacerlo de otro modo? Así pues, el Universo surgió de un huevo cósmico, o fue concebido mediante la unión sexual de una diosa madre y un dios padre, o bien fue un producto manufacturado en el taller del creador, quizá el último de un sinnúmero de intentos fracasados.

Y el Universo no era mucho más grande de lo que vemos, ni mucho más viejo que nuestros registros escritos y orales, ni muy distinto en ninguna de sus partes de los lugares que conocemos. Tendíamos en nuestra cosmología a hacer las cosas familiares. A pesar de todos nuestros esfuerzos, no hemos mostrado mucha inventiva. En Occidente el cielo es plácido y confortable y el infierno es parecido al interior de un volcán. En muchas historias ambos reinos se hallan gobernados por jerarquías dominantes, encabezadas por dioses y demonios. Los monoteístas hablaban del «Rey de reyes». En cada cultura hemos imaginado algo parecido a nuestro propio sistema político dirigiendo el Universo. Pocos encontraron dicha semejanza sospechosa.

Luego llegó la ciencia y nos enseñó que nosotros no somos la medida de todas las cosas, que existen maravillas jamás imaginadas, que el Universo no está obligado a ajustarse a lo que consideramos cómodo o plausible. Y, de nuevo, si no somos importantes, ni centrales, ni somos «la niña de los ojos» de Dios, ¿qué implica eso para nuestros códigos morales fundados en la teología? El descubrimiento de nuestro verdadero valor en el Cosmos fue resistido durante tanto tiempo y hasta tal punto que muchos vestigios de aquel debate todavía persisten, en ocasiones, con los motivos de los geocentristas al descubierto.

¿Qué buscamos realmente en la filosofía y la religión? ¿Paliativos? ¿Terapia? ¿Consuelo? ¿Buscamos fábulas tranquilizadoras o la comprensión de nuestras circunstancias reales? Consternarnos porque el Universo no se ajusta a nuestras preferencias parece infantil. Uno podría pensar que los adultos se sentirían avergonzados de publicar sus frustraciones. La forma elegante de hacerlo no es culpar al Universo —lo cual es realmente un sinsentido—, sino más bien habría que culpar al medio a través del cual conocemos el Universo: la ciencia. La ciencia nos ha enseñado que, como tenemos gran talento para auto-engañarnos, puede que la subjetividad no llegue a reinar libremente. Sus conclusiones derivan de interrogar a la Naturaleza, y no en todos los casos están prediseñadas para satisfacer nuestros deseos.

Admitimos que incluso los líderes religiosos más reverenciados —productos de su época tal como nosotros lo somos de la nuestra— pudieron cometer errores. Las religiones se contradicen unas a otras, tanto en temas menores —como si debemos ponernos o sacarnos el sombrero al entrar en un lugar de culto o si es conveniente comer cordero y abstenerse de comer cerdo, o al revés— hasta en las cuestiones fundamentales, como la de si no hay dios, hay un dios o hay muchos dioses.

Si vivías dos o tres milenios atrás, no era vergonzoso pensar que el Universo fue hecho para nosotros. Era una tesis atractiva, consistente con todo lo que conocíamos; era lo que propugnaban los más eruditos sin salvedad. Pero hemos descubierto muchas cosas desde entonces. Defender semejante postura hoy en día, equivale a pasar premeditadamente por alto la evidencia, y a una huida del auto-conocimiento.

Queremos estar aquí con un propósito aunque, a pesar de tanto auto-engaño, no hay ninguno evidente. Nuestra época sobrelleva la carga del peso acumulado en sucesivos desprestigios de nuestras concepciones. Somos recién llegados. Vivimos en una región olvidada del Cosmos. Surgimos de microbios y barro. Los simios son nuestros primos. Nuestros pensamientos y sentimientos no están completamente bajo nuestro control. Puede que haya seres mucho más inteligentes y muy diferentes en algún lugar. Y por si fuera poco, estamos arruinando nuestro planeta y volviéndonos un peligro para nosotros mismos. La trampa bajo nuestros pies, se abre. Nos descubrimos en una caída libre hacia el abismo. Estamos perdidos en una inmensa oscuridad y nadie puede mandarnos un equipo de rescate. Ante tan dura realidad, naturalmente nos sentimos tentados a cerrar los ojos y fingir que nos encontramos seguros y confortables en casa, que la caída no es más que una pesadilla.

Tan pronto como superamos nuestro miedo a ser insignificantes, nos descubrimos en el umbral de un universo vasto e imponente que empequeñece del todo —en tiempo, espacio y potencial— el ordenado proscenio antropocéntrico de nuestros antepasados. Miramos a través de miles de millones de años luz de espacio para ver el Universo poco después del Big Bang, y sondeamos la magnífica estructura de la materia. Escudriñamos el núcleo de nuestro planeta, y el flameante interior de nuestra estrella. Leemos el lenguaje genético en el que están escritas las habilidades y tendencias de todo ser en la Tierra. Descubrimos capítulos ocultos en el registro de nuestros propios orígenes. Inventamos y refinamos la agricultura, sin la cual casi todos moriríamos de hambre. Creamos medicinas y vacunas que salvan la vida a miles de millones. Nos comunicamos a la velocidad de la luz y damos la vuelta a la Tierra en una hora y media. Hemos enviado docenas de naves a más de setenta mundos y cuatro astronaves a las estrellas.

Para nuestros antepasados, había mucho a qué temer en la Naturaleza: relámpagos, tormentas, terremotos, volcanes, plagas, sequías, inviernos largos. Las religiones afloraron en parte como intentos de aplacar y controlar —si no de comprender— el aspecto desordenado de la Naturaleza. ¿Cuánto más gratificante habría sido si nos hubieran colocado en un jardín hecho a medida para nosotros, y los restantes ocupantes puestos ahí para que los utilizáramos como nos plazca? Hay una famosa historia en la tradición occidental, similar a esta; sólo que allí no estaba absolutamente todo a nuestra disposición. Había un árbol en particular del cual no debíamos comer: el árbol del conocimiento. El conocimiento, el entendimiento y la sabiduría nos estaban vedados en esa historia. Debíamos permanecer ignorantes. Pero no pudimos resistirlo. Nos mataba el hambre de conocimiento; nos crearon hambrientos, podría decirse. Ese fue el origen de todos nuestros problemas. En particular, ésa es la razón por la que ya no vivimos en un jardín: descubrimos mucho. Mientras permanecimos indiferentes y obedientes —supongo— podíamos consolarnos con nuestra importancia y centralidad, y decirnos a nosotros mismos que éramos la razón por la que fue creado el Universo. Sin embargo, tan pronto como fuimos cediendo a nuestra curiosidad, a nuestras ansias de explorar, de aprender cómo es realmente el Universo, nos auto-expulsamos del Edén. Ángeles con espadas en llamas fueron apostados a las puertas del Paraíso para impedirnos regresar. Los jardineros nos convertimos en exiliados y peregrinos. A veces sentimos nostalgia de ese mundo perdido, pero eso —me parece— es sensiblero y sentimental. No podíamos ser felices permaneciendo ignorantes para siempre.

Hay en este universo muchas cosas que parecen haber sido diseñadas. Pero en lugar de eso, descubrimos reiteradamente que los procesos naturales —por ejemplo, la selección de mundos por colisión, o la selección natural del acervo genético, o, incluso, el patrón de convección en una olla de agua hirviendo— pueden producir orden a partir del caos, y engañarnos llevándonos a deducir un propósito, cuando no lo hay.

El significado de nuestras vidas y de nuestro frágil planeta está únicamente determinado por nuestra propia sabiduría y coraje. Nosotros somos los guardianes del sentido de la vida. Anhelamos un Padre que cuide de nosotros, que perdone nuestros errores, que nos salve de nuestras equivocaciones infantiles. Pero el conocimiento es preferible a la ignorancia. Es mejor, por lejos, aceptar la dura verdad que una fábula tranquilizadora. Si anhelamos algún propósito cósmico, encontremos primero una meta digna para nosotros.

La Tierra (ese punto azul pálido a la derecha), fotografiada por la sonda espacial Voyager 1 desde 6.000 millones de kilómetros, en 1990. versión remasterizada en 2020. (Foto: NASA)






  


sábado, 2 de diciembre de 2023

¿Por qué explorar el espacio? – Carta traducida de la original de Ernst Stuhlinger

 

«En 1970, una monja radicada en Zambia y llamada Hermana Mary Jucunda escribió al doctor Ernst Stuhlinger, entonces director asociado de ciencia en el Centro de Vuelos Espaciales Marshall de la NASA, en respuesta a sus investigaciones sobre una misión tripulada a Marte.  Concretamente, preguntó cómo podía sugerir que se gastasen miles de millones de dólares en un proyecto así en un tiempo en el que tantos niños morían de hambre en la Tierra.

Stuhlinger envió a la Hermana Jucunda la siguiente carta de explicación junto con una copia de Earthrise, la fotografía-icono de la Tierra tomada en 1968 por el astronauta William Anders desde la luna (también incluida en esta carta).  Su estudiada respuesta fue más tarde publicada por la NASA bajo el título de “¿Por qué explorar el Espacio?”

6 de mayo de 1970

(Fuente original: Roger Launius, via Gavin Williams; Fotografía: superficie de Marte, tomada por la Curiosity el 6 de agosto de 2012, via NASA) Carta original en inglés de Ernst Stuhlinger


Estimada Hermana Mary Jucunda,

Su carta ha sido una de tantas que me llegan cada día, pero me ha conmovido más profundamente que todas las demás porque viene de una mente inquieta y un corazón compasivo. Intentaré responder a su pregunta lo mejor que pueda.

Primero, sin embargo, me gustaría expresarle la gran admiración que siento por usted y por sus valientes hermanas, porque están ustedes dedicando sus vidas a la más noble causa del hombre: ayudar a sus semejantes necesitados.

Pregunta en su carta cómo puedo sugerir que se gasten miles de millones de dólares en un viaje a Marte, en un momento en el que muchos niños mueren de hambre en la Tierra.

Sé que no espera usted una respuesta como “¡Oh, no sabía que había niños muriéndose de hambre, pero desde ahora dejaremos de explorar el espacio hasta que la humanidad haya resuelto ese problema!” En realidad, sé de la existencia de niños hambrientos mucho antes de saber que un viaje al planeta Marte es técnicamente posible. Sin embargo, como muchos otros, creo que viajar a la Luna, y luego a Marte y otros planetas, es una aventura que debemos emprender ahora, e incluso creo que ese proyecto, a la larga, contribuirá más a la solución de esos graves problemas que tenemos aquí en la Tierra que muchos otros potenciales proyectos de ayuda que se están debatiendo y discutiendo año tras año, y que son tan lentos a la hora de proporcionar ayuda tangible.

Antes de intentar describir en más detalle cómo nuestro programa espacial contribuye a la solución de nuestros problemas en la Tierra, me gustaría relatarle brevemente una supuesta historia real. Hace 400 años, vivía un conde en una pequeña aldea de Alemania. Era uno de los condes benignos, y daba gran parte de sus ingresos a los pobres de su aldea. Eso era muy de agradecer porque la pobreza abundaba en los tiempos medievales y había epidemias de plaga que asolaban con frecuencia el campo. Un día, el conde conoció a un extraño hombre. Tenía una mesa de trabajo y un pequeño laboratorio en su casa, y trabajaba duro durante el día para poder permitirse algunas horas de trabajo en su laboratorio por las noches. Tenía lentes pequeñas hechas de trozos de vidrio; montaba las lentes en tubos y usaba esos aparatos para mirar objetos muy pequeños. El conde estaba particularmente fascinado por las minúsculas criaturas que podían observarse con grandes aumentos, y que nunca antes habían sido vistos. Invitó al hombre a mudar su laboratorio al castillo, a convertirse en un miembro de su casa y a dedicar desde entonces todo su tiempo al desarrollo y perfeccionamiento de sus aparatos ópticos como empleado especial del conde.

Los aldeanos, sin embargo, se enfadaron cuando se dieron cuenta de que el conde estaba desperdiciando su dinero en lo que ellos consideraban una payasada sin sentido. “¡Sufrimos por la plaga,” decían, “mientras le paga a ese hombre por un hobby sin utilidad!” Pero el conde permaneció firme. “Os doy tanto como puedo,” dijo, “pero también apoyaré a este hombre y a su trabajo, porque creo que un día algo útil saldrá de ello.”

Realmente, salieron cosas muy útiles de ese trabajo, y también de trabajos similares hechos por otros en otros lugares: el microscopio. Es bien sabido que el microscopio ha contribuido más que cualquier otro invento al progreso de la medicina, y que la eliminación de la plaga y de muchas otras enfermedades contagiosas en todo el mundo es en buena parte el resultado de los estudios que el microscopio hizo posibles.

El conde, al reservar algo de su dinero para investigación y descubrimiento contribuyó mucho más al alivio del sufrimiento humano que lo que hubiera conseguido dando a su comunidad asolada por la plaga todo lo que pudiera ahorrar.

La situación que afrontamos hoy es similar en muchos aspectos. El Presidente de los Estados Unidos gasta unos 200.000 millones de dólares en su presupuesto anual. Ese dinero va a sanidad, educación, servicios sociales, renovación urbana, autopistas, transportes, ayuda al exterior, defensa, conservación, ciencia, agricultura y muchas instalaciones dentro y fuera del país. Aproximadamente el 1,6% de este presupuesto nacional se destina este año a la exploración espacial. El programa espacial incluye el Proyecto Apolo y muchos otros proyectos más pequeños en física espacial, astronomía espacial, biología espacial, proyectos planetarios, proyectos de recursos de la Tierra e ingeniería espacial. Para hacer posible este gasto en el programa espacial, el contribuyente norteamericano medio con ingresos de 10.000 dólares paga unos 30 dólares de sus impuestos para el espacio. El resto de sus ingresos, 9.970 dólares, queda para su subsistencia, recreo, ahorros, otros impuestos, y todos sus demás gastos.

Probablemente usted se preguntará: “¿por qué no coge 5, o 3, o 1 dólar de esos 30 dólares para el espacio que el contribuyente norteamericano medio está pagando, y envía esos dólares a los niños hambrientos?” Para responder a esa cuestión, tengo que explicarle brevemente cómo funciona la economía de este país. La situación es muy similar en otros países. El gobierno consiste en un número de departamentos [ministerios] (Interior, Justicia, Sanidad, Educación y Servicios Sociales, Transporte, Defensa y otros), y las oficinas [bureaus] (Fundación Nacional para la Ciencia, Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, y otras). Todos ellas preparan sus presupuestos anuales según sus misiones asignadas, y cada una de ellos defiende su presupuesto frente a una supervisión extremadamente severa por parte de las comisiones del Congreso, y frente a una fuerte presión de ahorro por parte de la Oficina Presupuestaria y del Presidente. Cuando los fondos son finalmente asignados por el Congreso, solamente pueden gastarse en las partidas presupuestarias especificadas y aprobadas en su presupuesto.

El presupuesto de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, por supuesto, solamente puede contener partidas directamente relacionada a la aeronáutica y al espacio. Si ese presupuesto no fuese aprobado por el Congreso, los fondos propuestos no estarían disponibles para nadie más; sencillamente no serían gravados al contribuyente, a menos que alguno de los otros presupuesto hubiese obtenido la aprobación para un aumento específico, que entonces absorberían los fondos no gastados en el espacio. Se dará usted cuenta, a partir de este breve discurso, que el apoyo a los niños hambrientos, o más bien un apoyo adicional a lo que los Estados Unidos ya está contribuyendo para esa misma noble causa en la forma de ayuda al exterior, solamente puede obtenerse si el departamento apropiado solicita una asignación para este fin, y si esa asignación es aprobada por el Congreso.

Puede usted preguntarse si yo, personalmente, estaría a favor de una acción así por parte de nuestro gobierno. Mi respuesta es un rotundo sí. De hecho, no me importaría en absoluto si mis impuestos anuales fuesen aumentados un cierto número de dólares con el fin de alimentar niños hambrientos dondequiera que vivan.

Sé que todos mis amigos sienten lo mismo. No obstante, no podemos llevar a cabo un programa así simplemente desistiendo de nuestros planes de viajar a Marte. Al contrario, creo incluso que al trabajar para el programa espacial puedo hacer alguna contribución al alivio y eventual solución de problemas tan graves como la pobreza y el hambre en la Tierra. En el problema del hambre hay dos funciones básicas: la producción de comida y su distribución. La producción de alimentos por medio de agricultura, ganadería, pesca y otras operaciones a gran escala es eficiente en algunas partes del mundo, pero drásticamente deficiente en muchas otras partes. Por ejemplo, podrían utilizarse mucho mejor grandes extensiones de terreno si se aplicasen métodos eficientes de control de cuencas fluviales, uso de fertilizantes, pronósticos meteorológicos, evaluación de fertilidad, programación de plantaciones, selección de campo, hábitos de plantación, cadencia de cultivos, inspección de cosecha y planificación de recolecciones.

La mejor herramienta para mejorar todas esas funciones, sin duda, es el satélite artificial en órbita terrestre. Dando vueltas al mundo a gran altitud, puede explorar grandes zonas de terreno en poco tiempo; puede observar y medir una gran variedad de factores que indican el estado y las condición de cosechas, suelo, sequías, precipitaciones, nieve, etc, y puede enviar esta información por radio a las estaciones de tierra para su buen uso. Se ha estimado que incluso un sistema modesto de satélites terrestres equipados con sensores, trabajando en un programa de mejora agrícola a escala mundial, aumentaría el tamaño de las cosechas en el equivalente de muchos miles de millones de dólares.

La distribución de alimentos a los necesitados es un problema completamente diferente. La cuestión no es tanto de volumen de transporte como de cooperación internacional. El gobernante de un país pequeño puede sentirse incómodo ante la perspectiva de recibir grandes envíos de alimentos provenientes de un país grande, sencillamente porque tema que junto con los alimentos esté importando influencia y poder extranjeros. Me temo que un alivio eficiente del hambre no llegará a menos que las fronteras nacionales sean menos divisorias de lo que son hoy. No creo que el vuelo espacial consiga el milagro de la noche a la mañana. Sin embargo, el programa espacial se encuentra entre los agentes más poderosos y prometedores que trabajan en esa dirección.

Permítame tan sólo recordarle la reciente casi tragedia del Apolo 13. Cuando llegó el crucial momento de la reentrada de los astronautas, la Unión Soviética cortó todas las transmisiones rusas en las bandas de frecuencia usadas por el Proyecto Apolo para evitar cualquier interferencia, y los buques rusos se desplegaron en los Océanos Atlántico y Pacífico en caso de que se hiciese necesario un rescate de emergencia. Si la cápsula hubiera caído cerca de un buque ruso, los rusos sin duran habrían dedicado todos los esfuerzos necesarios para su rescate, como si fuesen cosmonautas rusos los que hubieran regresado del espacio. Si los viajeros rusos se encuentran alguna vez en una situación de emergencia similar, los norteamericanos harán lo mismo sin dudarlo.

Más alimentos gracias a estudios y valoraciones desde la órbita, y mejor distribución de alimentos gracias a la mejora en las relaciones internacionales, son tan sólo dos ejemplos de la profundidad con que el programa espacial hace mella en la vida sobre la Tierra. Me gustaría citar otros dos ejemplos: la estimulación del desarrollo tecnológico y la generación de conocimiento científico.

Los requisitos que deben imponerse a los componentes de una nave espacial que viaja a la Luna, en cuanto a alta precisión y fiabilidad extrema, no tienen precedentes en la historia de la ingeniería. El desarrollo de sistemas que cumplan esos severos requisitos nos ha proporcionado una oportunidad única para encontrar nuevos materiales y procesos, para inventar mejores sistemas técnicos, para procesos de fabricación, para alargar la vida de los instrumentos e incluso para descubrir nuevas leyes de la naturaleza.

Todo este conocimiento técnico recién adquirido también está disponible para su aplicación a tecnologías terrestres. Cada año, alrededor de mil innovaciones técnicas generadas en el programa espacial se abren camino a las tecnología terrestres, donde producen mejores electrodomésticos y equipos agrícolas, mejores máquinas de coser y radios, mejores barcos y aviones, mejores pronósticos del tiempo y avisos de tormentas, mejores comunicaciones, mejores instrumentos, mejores utensilios y herramientas para la vida diaria. Supuestamente, usted preguntará ahora por qué debemos desarrollar un sistema de soporte vital para nuestros viajeros lunares antes de que podamos construir un sistema sensor remoto para los pacientes del corazón. La respuesta es sencilla: los progresos significativos para la solución de los problemas técnicos se hacen con frecuencia no mediante una aproximación directa, sino estableciendo primero un objetivo desafiante que nos ofrece una fuerte motivación para el trabajo innovador, lo que dispara la imaginación y espolea a los hombres para que se esfuercen al máximo, y actúa como catalizador al inducir cadenas de otras reacciones.

El vuelo espacial cumple exactamente este papel. El viaje a Marte no será, ciertamente, una fuente directa de alimentos para los hambrientos. No obstante, conducirá a tantos nuevos procesos tecnológicos que los subproductos de este proyecto, por sí solos, valdrán muchas veces más que el coste de su implementación.

En adición a la necesidad de nuevos procesos tecnológicos, hay una necesidad creciente de conocimientos básicos de ciencias si queremos mejorar las condiciones de la vida humana sobre la Tierra. Necesitamos más conocimientos en física y química, en biología y fisiología, y muy particularmente en medicina para hacer frente a los problemas que amenazan la vida del hombre: hambre, enfermedades, contaminación de la comida y del agua, polución del medio ambiente.

Necesitamos que más jóvenes, hombres y mujeres, escojan ciencia como su profesión, y necesitamos más apoyo para esos científicos que tienen el talento y la determinación para enzarzarse en un trabajo científico fructífero. Deben tener a mano objetivos de investigación que supongan un desafío, y hay que proporcionarles suficiente apoyo para proyectos de investigación. De nuevo, el programa espacial, con sus maravillosas oportunidades para llevar a cabo estudios de investigación realmente magníficos en lunas y planetas, en física y astronomía, en biología y medicina, constituye un catalizador casi ideal que induce la reacción entre la motivación del trabajo científico, las oportunidades para observar fenómenos naturales excitantes y el apoyo material necesario para llevar a cabo el esfuerzo de investigación.

Entre todas las actividades dirigidas, controladas y financiadas por el gobierno norteamericano, el programa espacial es ciertamente la actividad más visible y probablemente la más debatida, aunque solamente consume el 1,6% del presupuesto, y es el 3 por mil (menos de un tercio de un uno por ciento) del producto interior bruto. No hay ninguna otra actividad equivalente en términos de estimulador y catalizador para el desarrollo de nuevas tecnologías e investigación en ciencias básicas. Podemos incluso decir al respecto que el programa espacial está asumiendo una función que, durante tres o cuatro mil años, ha sido la triste prerrogativa de la guerra.

¡Cuánto sufrimiento humano puede evitarse si las naciones, en lugar de competir con sus flotas de bombarderos y cohetes, compitiesen con sus naves espaciales para viajar a la Luna! Esta competición está llena de promesas de victorias brillantes, pero no deja espacio para la amargura de los vencidos que no conduce más que a la venganza y a nuevas guerras.

Aunque nuestro programa especial parece llevarnos lejos de la Tierra hacia la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas, creo que ninguno de esos objetos celestes recibirá tanta atención y estudio por parte de los científicos espaciales como nuestra Tierra. Se convertirá en una Tierra mejor, no sólo por todo el nuevo conocimiento técnico y científico que usaremos para la mejora de la vida, sino también porque estamos desarrollando un aprecio más profundo hacia nuestra Tierra, hacia la vida y hacia el hombre.


La fotografía que le incluyo con esta carta muestra una vista de nuestra Tierra desde el Apolo 8 cuando estaba en órbita lunar en las navidades de 1968. De los muchos y maravillosos resultados del programa espacial hasta la fecha, esta imagen puede que sea la más importante. Abrió nuestros ojos al hecho de que nuestra Tierra es una hermosa y preciada isla en un vacío sin límites, y que no hay otro lugar en el que podemos vivir que la delgada capa superficial de nuestro planeta, bordeada por la desolada nada del espacio. Nunca antes reconoció tanta gente lo limitada que nuestra Tierra es en realidad, y lo peligroso que sería entrometerse en su balance ecológico. Desde que esta fotografía fue publicada, aumentan más y más las voces que avisan de los graves problemas con que se enfrente el hombre en nuestros tiempos: contaminación, hambre, pobreza, vida urbana, producción de alimentos, control de agua, superpoblación. No es casualidad que comencemos a ver la tremenda tarea que nos espera justo en el momento en que el joven programa espacial nos proporciona la primera buena mirada a nuestro propio planeta.

Por fortuna, la era espacial no sólo sujeta un espejo en el que podemos vernos a nosotros mismos, sino que también nos proporciona la tecnología, el desafío, la motivación e incluso el optimismo para atacar estas tareas con confianza. Lo que aprendemos en el programa espacial, creo, apoya del todo lo que Albert Schweitzer tenía en mente cuando dijo: “Miro al futuro no con preocupación sino con esperanza.”

Mis mejores deseos estarán siempre con usted y con sus niños.

Muy sinceramente suyo,

Ernst Stuhlinger


Fuente: naukas.com

lunes, 13 de marzo de 2023

No, no necesitas una limpieza con jugos desintoxicantes.

 

. He aquí por qué.

Por

CARA ROSENBLOOM

ESPECIAL PARA THE WASHINGTON POST •



Si disfrutó más de lo habitual durante las vacaciones, puede preguntarse si una desintoxicación de Año Nuevo es una buena idea. Los anuncios audaces afirman que los brebajes de jugo de desintoxicación pueden ayudarlo a perder peso, reducir los antojos, aumentar el metabolismo y eliminar toxinas, todo lo cual suena atractivo. Pero, ¿las desintoxicaciones realmente producen estos resultados impresionantes? Claro que no. No hay nada mágico en beber jugo caro hecho de pepinos, apio, limón, perejil o cualquier otra hierba, verdura y fruta que se arroje.

Se proyecta que el mercado global de productos de desintoxicación alcance los $ 75 mil millones para 2026, según un informe de Research and Markets. Esto incluye hierbas de desintoxicación, píldoras, tés y limpiezas de jugo. Entonces, ¿de dónde vino la noción de desintoxicación, por qué es popular y hay algún daño en intentarlo? (Nota: este artículo se centra solo en las limpiezas de la dieta de desintoxicación líquida y no cubre la desintoxicación del alcohol o las drogas, o la terapia de quelación de desintoxicación para la toxicidad de los metales pesados).

Las dietas de desintoxicación tienen un precedente histórico interesante, dijo Nitin Ahuja, profesor asistente de medicina clínica en la División de Gastroenterología y Hepatología de la Universidad de Pensilvania. Hubo una fascinación de larga data con la idea de que el estreñimiento podría conducir a la intoxicación desde el interior del cuerpo. Esto alcanzó su punto máximo a principios del siglo 20, cuando, dijo Ahuja, "las personas estaban haciendo regímenes intestinales agresivos o se sometían a una cirugía para extirpar el colon porque estaban convencidos de que las heces retenidas estaban causando septicemia" o envenenamiento de la sangre.

Sabiamente, esta práctica fue abandonada en la década de 1930, pero Ahuja dijo que la idea de que nuestros intestinos se benefician de la limpieza persiste hoy en día, a pesar de que no hay verdad clínica en ello. "Hay buenas razones para tratar el estreñimiento, que puede ser incómodo", dijo Ahuja. "Pero en general, la idea de que necesitaría eliminar activamente los subproductos de los alimentos digeridos en un sistema gastrointestinal normal es falsa".

En el mundo de la dieta, el término "desintoxicación" se refiere a la eliminación de sustancias tóxicas del cuerpo. No se puede negar que inhalamos e ingerimos toxinas en nuestro entorno, que pueden provenir de la contaminación del aire, el humo del cigarrillo, los limpiadores domésticos, el alcohol y los alimentos ultraprocesados. Pero expulsamos la mayoría de las toxinas de forma natural, a través del sudor, el aliento, la orina y las heces, lo que hace que los productos de desintoxicación sean innecesarios.

Los expertos en salud están de acuerdo en que el sistema de desintoxicación incorporado del cuerpo humano, que incluye la piel, los pulmones, el hígado y el tracto digestivo, es todo lo que necesitamos. "Afortunadamente, no necesitamos elegir suplementos ni hacer nada drástico para eliminar toxinas, y en su lugar podemos confiar en órganos como el hígado y los riñones", dijo Melissa Majumdar, dietista con sede en Georgia y portavoz de la Academia de Nutrición y Dietética. El hígado descompone la sangre para eliminar las toxinas de los alimentos, el alcohol y los medicamentos; Los riñones filtran las toxinas descompuestas y las excretan en la orina.

A pesar de que el cuerpo se autodesintoxica, puede apoyar estos esfuerzos comiendo una dieta equilibrada y reduciendo la exposición a toxinas conocidas. Eso incluye limitar los alimentos ultraprocesados y el alcohol, beber más agua, comer alimentos ricos en proteínas y obtener suficiente fibra de verduras, frutas, nueces y frijoles.

"Les digo a mis estudiantes que una verdadera desintoxicación viene con aprender a cocinar una dieta rica en granos integrales, frutas, verduras, frijoles y lentejas, mariscos y aceites, acompañados de ejercicio diario y una buena noche de sueño", dijo Thomas Sherman, profesor del Departamento de Farmacología y Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown en Washington.

Los anuncios de desintoxicación a menudo promueven la eliminación de "toxinas", pero no especifican cuáles. ¿Pesticidas? ¿Bisfenol A? ¿Ftalatos? No se puede establecer un estudio clínico para probar la "eliminación de toxinas" si no se nombra la toxina (e inyectar toxinas en los cuerpos de los sujetos difícilmente sería ético), por lo que la idea no está probada ni refutada. Es un escenario de ensueño para el marketing engañoso.

"El concepto de toxinas es muy vago", dijo Sherman. "La mayoría de las dietas de desintoxicación asocian las toxinas con las heces, y [afirman que] al fomentar los movimientos intestinales, se están eliminando estas toxinas. La idea de que las toxinas se adhieren a la pared intestinal creando lodo tóxico y requieren lavado parece arraigada, y no solo no hay evidencia de que esto suceda, simplemente no es la forma en que funciona el sistema. Así que sí, todo es marketing".

Me puse en contacto con una docena de compañías y profesionales que promueven dietas de desintoxicación para preguntar qué toxinas son el objetivo, qué pruebas tienen de que las toxinas se eliminan y si tienen algún estudio clínico que respalde esto. Ninguno compartió ninguna prueba de eficacia.

Si hay poca o ninguna evidencia científica de que las dietas de desintoxicación funcionen, ¿por qué sigue siendo una industria multimillonaria? Es un marketing ingenioso que se aprovecha de nuestro deseo humano de una solución rápida, así como de años de cultura dietética arraigada y dañina para el alma, que valora la delgadez, la apariencia y la forma por encima de la salud y el bienestar.

"Las desintoxicaciones apelan a nuestro deseo natural de un comienzo fresco y limpio, y al deseo de 'deshacer' las transgresiones percibidas", dijo Rachael Hartley, dietista y terapeuta de nutrición en Columbia, Carolina del Sur. "Comer normalmente significa a veces comer de una manera menos que equilibrada, y no hay nada que deba hacer para 'deshacer' eso".

Sherman explica que muchos estadounidenses comen muchos alimentos ultraprocesados, que carecen de fibra, el nutriente requerido para los movimientos intestinales normales. "La secuencia de eventos es predecible", dijo Sherman. "Una dieta deficiente conduce a molestias gastrointestinales y una sensación de no sentirse del todo bien, lo que impulsa el deseo de desintoxicarse y 'reiniciar el sistema'".

El alivio que viene con el efecto laxante de las dietas de desintoxicación puede parecer evidencia de que se eliminaron las toxinas. Pero es simplemente el resultado de una caca largamente esperada, un hecho que no es tan atractivo como la "desintoxicación".

Si bien la pérdida de peso es posible con limpiezas líquidas bajas en calorías, también es fugaz. "No hay ciencia creíble de que las dietas de desintoxicación hagan algo más que lo que también hacen todas las dietas restringidas calóricas extremas", dijo Sherman. "Los resultados de pérdida de peso pueden ser dramáticos, pero implican poca pérdida de grasa real; La recuperación de peso, por lo tanto, es igualmente rápida".

¿Qué pasa con la afirmación popular de que las desintoxicaciones ayudarán a desterrar los antojos? "Eso siempre me hace reír, porque la única cosa consistente que he escuchado de las personas que han hecho desintoxicaciones es que anhelan alimentos sólidos todo el tiempo, y con frecuencia se dan atracones después de que se realiza la desintoxicación", dijo Hartley.

Algunas personas dicen que, independientemente de la falta de beneficios clínicamente probados, se sienten energizados y rejuvenecidos después de una limpieza. Entonces, ¿es seguro hacer desintoxicaciones ocasionalmente?

"Hay un daño potencial en tomar complementos mal regulados cuando no se sabe lo que hay en la botella", añadió Ahuja. "Pero con productos alimenticios o jugo, es poco probable que haya daño".

No está claro si la desintoxicación podría afectar la absorción de nutrientes o afectar negativamente a las bacterias saludables en el microbioma intestinal. Ahuja no se preocupa por la digestión y la absorción si la desintoxicación es a corto plazo (la mayoría de las desintoxicaciones son de uno a siete días). Y aunque el microbioma puede verse afectado por cambios en la dieta a largo plazo, es poco probable que una desintoxicación corta tenga mucho impacto.

"Los estudios muestran que si toma la preparación para la colonoscopia y examina las heces una semana después, el perfil del microbioma coincide con lo que se vio antes de la colonoscopia", dijo Ahuja. "Realmente no mueve la aguja, ya que es un cambio a corto plazo, por lo que una dieta de desintoxicación a corto plazo probablemente tampoco mueva la aguja".

Sin embargo, las desintoxicaciones a largo plazo (más de siete días) pueden provocar deficiencias de nutrientes, fatiga, desequilibrios electrolíticos, niveles bajos de azúcar en la sangre y cambios de humor.

A Majumdar le preocupa que, más allá de cualquier daño físico potencial, las dietas de desintoxicación puedan causar daño mental o emocional. "Tener expectativas poco realistas sobre la intención y el resultado puede ser decepcionante", dijo. Y Hartley dijo que las limpiezas líquidas juegan en el ciclo de atracones restrictivos que a menudo alimentan la alimentación desordenada. La desintoxicación es una dieta de moda que es parte de la narrativa de la cultura de la dieta de que nuestros cuerpos son impuros y requieren reparación.

Entonces, si está considerando una limpieza, tiene más sentido establecer un plan de alimentación equilibrado para apoyar su salud a largo plazo. E ignora el marketing agresivo que te hace sentir que tu cuerpo está lleno de lodo tóxico, porque no lo está. La verdad es que es normal disfrutar de la comida. Lo que no debería ser normal es una industria que existe para hacernos sentir mal con nosotros mismos y ganar dinero con falsas promesas. Este nuevo año, en lugar de una desintoxicación, trate de deshacerse de la influencia de los anuncios de dieta engañosa.

Fuente: www.stripes.com


Una limpieza no desintoxicará tu cuerpo, pero esto es lo que sí lo hará

Deja el agua de cayena y limón y aléjate del té de hierbas.

Las limpiezas y los productos desintoxicantes de este tipo no eliminan las toxinas, dice la Dra. Jen Gunter, y algunos de ellos pueden incluso estar perjudicando tu salud. Aprende cómo tu cuerpo se libera de sustancias nocivas y qué puedes hacer para que este sistema funcione correctamente. ¿Quieres saber más de la Dra. Gunter? Echa un vistazo a su podcast Body Stuff, del TED Audio Collective.

sábado, 1 de enero de 2022

La explicación de Neil deGrasse Tyson sobre lo que pasa después de morir

 



Somos energía. Nos alimentamos para tener nivelado nuestra temperatura y poder funcionar. Es como si los animales y vegetales de los que devoramos nos prestaran la energía

¿Te gustaría vivir por siempre?

Si tu respuesta es un “sí” inmediato, podrías no estar pensando con claridad. Sólo imagina esto: pasan los años, 50, 60, 100, ves morir a la gente que amas y sabes que la gente que amarás también morirá. ¿No sería horrible?

Podrías responder, “bueno, pero que seamos inmortales todos”. Además de la imposibilidad demográfica que ello implica, piensa lo siguiente: ¿te sentirías motivado para pararte de la cama, ir a la escuela, hacer tarea, conseguir un empleo, esforzarte por tu salud, procurar ir periódicamente a la playa para ver un atardecer, decirles a tus amigos, hermanos o padres cuánto los amas si sabes que siempre estarán vivos?

Neil deGrasse Tyson no es un astrofísico y divulgador de la ciencia cualquiera. Con una sensibilidad muy particular, sabe colocarnos dentro de la vertiginosa corriente que las dudas que el Universo trae consigo. ¿Qué es la muerte?, ¿cuál es el propósito de
nuestra existencia sobre la Tierra?, ¿cuáles son las leyes del mundo que gobiernan desde la más pequeña partícula de nuestro cuerpo hasta la más lejana nebulosa? Si bien estas preguntas son complejas y difíciles de responder, deGrasse encuentra una manera de explicar, de forma simple, el meollo de la discusión.

En conferencias o entrevistas, el investigador echa luz sobre los tópicos que, a menudo, nos hacemos a lo largo de nuestra vida, pero pocas veces sabemos responder:


Epicuro decía que no habría que temer a la muerte porque, cuando nosotros vivimos, ella no está y cuando llega, nosotros ya no estamos. Un poco similar es este razonamiento de Neil deGrasse Tyson quien replantea uno de los argumentos del filósofo griego: ¿cómo podemos temer el dejar de existir si cuando no existíamos aún — antes de nacer— no nos angustiaba? 

Sin embargo, como lo hace ver el interlocutor, esta respuesta puede no funcionar del todo,  pues una vez que hemos tenido vida y consciencia comenzamos a temer a la muerte. Esto es algo irresoluble. No obstante, sabemos que nuestros temores están sustentados en una serie de creencias. Regresando a Epicuro, es ilógico temer a la muerte porque no sabemos nada, nadie la ha experimentado y posteriormente regresado a contarnos cómo es.

Un poco ese es el argumento de deGrasse cuando advierte que hay cosas que deben temerse más, «Ten vergüenza de morir, hasta que hayas conseguido una victoria para la humanidad», dice, citando a Horace Mann.

«¿No teme a lo desconocido?
¡Amo lo desconocido!»

El científico insiste en que tenemos una idea equivocada sobre la pérdida de vida. ¿Qué pasa después de la muerte?, él ensaya una atractiva respuesta:

Somos energía. Nos alimentamos para tener nivelada nuestra temperatura y poder funcionar. Es como si los animales y vegetales que devoramos nos prestaran la energía que devolveremos al momento de la muerte. Todo es cíclico; nuestras moléculas tienen energía que obtuvimos alimentándonos del mundo exterior y tras la muerte,  esta energía regresa de una u otra manera al planeta: luego de morir, nuestros cuerpos son incinerados o enterrados, si es el primer caso, la energía se irradiará con el calor, si es el segundo, los gusanos aprovecharán esa energía para alimentarse, la Tierra la reabsorberá y creará más vida. El ciclo empieza otra vez.

«Se que va a suceder porque se puede medir dónde va la energía y qué es».

Ahora bien, ¿esto quiere decir que somos inmortales? Sí y no: sí porque en ese sentido, nuestra materialidad estará circulando infinitamente en el Universo —cabe recordar que, en ese sentido, hemos existido desde siempre o, al menos, desde el surgimiento del cosmos—. Sin embargo, al no estar conscientes en las transformaciones de nuestra materia en otros elementos de la naturaleza, probablemente no pueda llamarse "inmortalidad", es decir, seguiríamos existiendo pero no lo sabríamos.

Sea como sea, la mortalidad es el horizonte a partir del cual la vida adquiere otro tipo de sentido. No es sino porque morimos, que vivimos con entusiasmo. Si miras tus manos en este momento y piensas que bastarán unos años para que los tejidos que las conforman se desintegren debajo de la tierra, probablemente pensarás en lo valiosas que son ahora que las tienes, en lo importante que es este momento donde estás vivo y que jamás volverás a recuperar.

Pronto podrás tranquilizarte si consideras que esas mismas manos que ves se reintegrarán a la vida de una manera que ahora desconoces, pero la energía seguirá circulando para siempre en el Universo, quizá en algunos años dándole vida a un diente de león.

La ciencia no sólo se encarga de responder a preguntas trascendentes en nuestra vida, a veces también cumple la tarea de cuestionarnos, sacarnos de nuestras certezas, ponernos a pensar cosas que antes no hubiéramos imaginado. Sin embargo, hay cosas que aún no puede explicar, como algunos aspectos sobre el cerebro y la conducta humana, no obstante, ha sentado las bases para la interpretación del Universo,  tal como  lo explican las teorías de Kepler.

Referencias:

Think Inc


Fuente: Cultura Colectiva.




martes, 20 de abril de 2021

La explicación de Carl Sagan a su hija sobre la inmortalidad y porqué somos polvo de estrellas

 


"Mis padres me enseñaron que a pesar de que se trata de una condición efímera, estar vivo es algo profundamente bello por lo cual cada uno de nosotros debe sentirse muy agradecido. Si viviéramos para siempre, no sería tan maravilloso" Sasha Sagan

Carl Sagan falleció el 20 de diciembre de 1996, después de toda una vida entregada a descubrir y divulgar los misterios del cosmos. Durante la última etapa de su vida compartió escritos, investigaciones y sus mayores pasiones con Ann Druyan, su esposa, mientras cuidaba y mostraba el mundo a su pequeña hija y único fruto de ese matrimonio, Sasha Sagan.


Defensor del pensamiento crítico y científico ateo; activista a favor de la legalización de la marihuana; asesor de la NASA en los programas Apolo, Viking, Pioneer y Voyager; apasionado divulgador de la ciencia y escritor de ciencia ficción, Sagan inspiró el corazón de millones de personas de todo el mundo a través de un lenguaje sencillo y ameno, todo sin olvidar el rigor que requiere el conocimiento científico.

Las aportaciones de Carl Sagan a la difusión de la ciencia son invaluables y su mensaje sigue motivando a generaciones a dedicar su vida al estudio de los misterios que el Universo tiene para ofrecer a través del mejor método que conocemos para ello. El caso de su hija menor no fue la excepción.

Una tarde de invierno, Sasha de apenas 6 años se acercó a Carl y, fiel a la curiosidad innata de nuestra especie de ir tras la respuesta a cualquier interrogante, especialmente durante la infancia, le preguntó sobre sus padres. Ella conocía a sus abuelos maternos y convivía regularmente con ellos, pero nunca experimentó algo parecido desde el lado paterno.


–"Papá, ¿Por qué no conozco a tus papás como a mis otros abuelos?"


Para la hija menor de un hombre dedicado a divulgar el conocimiento científico, no existía nadie mejor que papá para explicarle porqué llovía, porqué debía ir a la escuela o cómo se formaba un arcoiris. Todas las preguntas que alimentan las ansias de cualquier niño en su descubrimiento del mundo, eran respondidas por él con amor y la misma fascinación por la naturaleza que su padre plasmó durante toda su vida.

Ante la interrogante repentina de Sasha, Sagan (que solía tomarse un par de segundos para pensar las respuestas más convenientes y ajustarlas a la comprensión infantil de su hija) miró a la pequeña y respondió con un tono de melancolía:


–"Porque murieron"


La inocente Sasha pudo percatarse del cambio en el semblante de su padre, que después de un profundo suspiro, sonrió al mirarse reflejado en las enormes pupilas de la niña. Ella lo observó con detenimiento, atención y una desbordante curiosidad, misma que caracterizó al escritor de "Dragons of Eden" (1977) durante toda su vida. Carl afirmó que no había nada que deseara más en el mundo que ver a su madre y a su padre de nuevo, pero que no tenía ninguna razón ni prueba para creer que podría ser así y por lo tanto, no podía caer en la tentación de un autoengaño.

Sin comprender del todo, Sasha frunció las cejas en señal de confusión y soltó un escueto "¿por qué?". Su padre la miró con ternura, pero con el convencimiento de que ella sería capaz de entender a lo que se refería y le explicó cuán peligroso podía ser creer cosas sólo porque queramos que sean verdad. "Es muy fácil ser engañado si no te cuestionas a ti mismo y a otros, especialmente a las personas con una posición de autoridad", continuó. "Todo lo que es real puede resistir a cualquier prueba".


La joven Sasha experimentó algo parecido a su primer acercamiento a una crisis existencial. El desconcierto de su hija ante tal revelación llevó a Sagan y Druyan a acercarse de nuevo donde Sasha y el astrónomo inició:


"Tú estás viva en este segundo. Eso es algo increíble", le dijo. La pequeña se mantuvo escéptica y su padre continuó:


"Si tenemos en cuenta el número casi infinito de posibilidades y caminos que conducen a nacer a una sola persona, debes estar agradecida de ser tú misma este preciso instante. Piensa en el enorme número de posibles universos alternativos en los que, por ejemplo, tus tatara-tatarabuelos nunca se encontraron y tú nunca llegaste a existir. Tienes el placer de vivir en un planeta en el que has evolucionado para respirar el aire, beber el agua y adorar el calor de la estrella más cercana. Estás conectada con todas las generaciones y los seres vivos de este mundo a través del ADN. También con el universo, porque cada célula de tu cuerpo fue creada en los corazones de las estrellas".


A lo largo de su vida, Sasha Sagan había escuchado más de una decena de veces la frase "somos polvo de estrellas", pero nunca logró siquiera imaginar su significado. Sabía que la autoría pertenecía a su padre, la había visto subrayada en cuadernos y hojas sueltas, pero nunca antes comprendido la magnitud de tal declaración, hasta entonces.

Pocos años después, cuando Sasha tenía 14 años y comenzaba a descubrir la grandeza del pensamiento de su papá a través de su visión del mundo y lo que aprendía en la escuela, Sagan dejó este mundo sin ninguna promesa religiosa de por medio. El corazón del autor de "A Pale Blue Dot" (1994) dejó de latir en una cama del Centro de Investigación de Cáncer Fred Hutchinson en Seattle, Washington. Al poco rato, su cerebro envió las últimas señales eléctricas y la muerte médica fue decretada en un acta de defunción.

Los restos mortales de Sagan fueron enviados a su natal Nueva York, mientras el calcio de sus huesos, el nitrógeno de sus proteínas en forma de aire, el hierro de su sangre y el hidrógeno, que combinado forma el compuesto más abundante en el cuerpo humano, y al mismo tiempo, es el combustible gracias al que brillan cada una de las estrellas que percibimos en una noche despejada, seguirán su curso en la vastedad del tiempo y la inmensidad del espacio. Sólo para hacernos recordar que, en palabras de Sagan, somos polvo estelar.



Referencia: NYMag

jueves, 1 de octubre de 2020

En la orilla del océano cósmico

 



"La superficie de la Tierra es la orilla del océano cósmico. Desde ella hemos aprendido la mayor parte de lo que sabemos. Recientemente nos hemos adentrado un poco en el mar, vadeando lo suficiente para mojarnos los dedos de los pies, o como máximo para que el agua nos llegara al tobillo. El agua parece que nos invita a continuar. El océano nos llama. [...]

La Tierra es un lugar, pero no es en absoluto el único lugar. No llega a ser ni un lugar normal. Ningún planeta o estrella o galaxia puede ser normal, porque la mayor parte del Cosmos está vacía. [...]

Si adoptamos una perspectiva intergaláctica veremos esparcidos como la espuma marina sobre las ondas del espacio innumerables zarcillos de luz, débiles y tenues. Son las galaxias. [...]

Hay unos cientos de miles de millones de galaxias (1011), cada una con un promedio de un centenar de miles de millones de estrellas. Es posible que en todas las galaxias haya tantos planetas como estrellas, 1011×1011=1022, diez mil millones de billones. Ante estas cifras tan sobrecogedoras, ¿cuál es la probabilidad de que una estrella ordinaria, el Sol, vaya acompañada por un planeta habitado? ¿Por qué seríamos nosotros los afortunados, medio escondidos en un rincón olvidado del Cosmos? A mí se me antoja mucho más probable que el universo rebose de vida. Pero nosotros, los hombres, todavía lo ignoramos."


(Carl Sagan, Cosmos)


Vídeo:

En el Jardin de la Noche / In the Garden of Night - Silvio Rodríguez & Carl Sagan

https://www.youtube.com/watch?v=E7qJGv37V10

domingo, 23 de agosto de 2020

Rumores, confianza y vacunas

 


La Dra. Heidi Larson es antropóloga y directora fundadora de The Vaccine Confidence Project. Es profesora de Antropología y Ciencia del Riesgo y la Decisión en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Su investigación se centra en la confianza pública en las vacunas.

En esta conferencia TEDMED 2020 (en inglés, con subtítulos en español) Heidi Larson intenta responder a esta pregunta: «¿Por qué la gente no confía en las vacunas?». Para ello, la investigadora explora cómo los rumores médicos originan, esparcen y alimentan una resistencia a las vacunas en todo el mundo. A pesar de que las vacunas no pueden escapar de "la turbulencia política y social" que las rodea, dice ella, el primer paso para detener el esparcimiento de enfermedades es hablar con las personas, escuchar y generar confianza.

«Contamos con mucha información científica para desmentir falsos rumores. Ese no es el problema. Tenemos un problema de relaciones, no un problema de desinformación. La desinformación es el síntoma, no la causa».


Fuente: TED

domingo, 2 de agosto de 2020

“En medio año, el mundo se dividirá en dos mitades según lo bien que cada país controle la pandemia”

Adam Kucharski, matemático experto en epidemias

El matemático especializado en análisis de brotes infecciosos publicó a comienzos de año Las reglas del contagio. Este libro, casi profético, explica cómo se transmiten las enfermedades, pero también las ideas, el pánico, la violencia, los memes, los bulos y hasta los cuentos de hadas. Hablamos con él aprovechando que el libro acaba de ser publicado en español.

Por; Sergio Ferre


Adam Kucharski (Reino Unido, 1986) perdió la capacidad de andar con tres años. El diagnóstico: síndrome de Guillain-Barré. Quizá por eso, aunque estudió matemáticas y fue becario en bancos londinenses, acabó por centrar su carrera en el análisis matemático de los brotes infecciosos.

En 2015 volvió a encontrarse con la enfermedad rara que había amenazado su vida de pequeño, esta vez en forma de brote en varias islas del Pacífico. El responsable era el —por entonces poco conocido— virus del zika, que acabaría por causar una epidemia en América. Kucharski se dedicó entonces a investigar la evolución de esta enfermedad y, posteriormente, la del ébola.

En Las reglas del contagio (Capitán Swing, 2020) Kucharski explica cómo se transmiten y extienden las enfermedades, pero asegura que estas normas van más allá de virus y bacterias. Violencia, crisis económicas, ideas, suicidio, felicidad, obesidad, pánico, bulos e incluso cuentos de hadas son susceptibles de seguir estos patrones.

El libro se publicó en inglés el 13 de febrero, justo el día en que Valencia registró la primera muerte por coronavirus en España aunque, por aquel entonces, nadie lo supiera. Hablamos con Kucharski sobre cómo se transmite la COVID-19… y cómo evitarlo conforme los países intenten volver a la normalidad.

¿Entendemos las reglas del contagio de la COVID-19?

Entendemos ciertos patrones en su crecimiento, sobre todo conforme los países relajan sus medidas y vemos rápidos estallidos. Aun así, quedan interrogantes sobre la transmisión, por ejemplo el papel de los niños y de la gente sin síntomas claros.


“Hemos visto países que han bajado hasta los diez casos diarios y ahora cuentan miles al día. Incluso si tienes al virus bajo control, enseguida puedes enfrentarte a una situación que requiera distanciamiento o confinamientos”


La regla del contagio más importante ahora mismo es lo rápido que podemos perder el control sobre los brotes. Hemos visto países que han bajado hasta los diez casos diarios y ahora cuentan miles al día. Incluso si tienes al virus bajo control, enseguida puedes enfrentarte a una situación que requiera distanciamiento o confinamientos.

Es crucial que encontremos formas de detener lo que está pasando y para ello vamos a necesitar innovar con mejores datos y respuestas. El gran cambio a partir de ahora será movernos desde reglas y tasas de crecimiento a escala poblacional a medidas de control mucho más locales.

Habla de la transmisión que “no podemos ver”. En ese sentido, ¿se parece la COVID-19 a una enfermedad de transmisión sexual que se extiende de manera silenciosa entre la población?

Desde un punto de vista teórico esa es, en gran parte, la razón por la que ha sido tan difícil de controlar. Con el SARS y la viruela la gente tenía síntomas claros cuando eran contagiosos, así que contener el brote era más directo si tenías recursos.

Como el coronavirus tiene transmisión antes de los síntomas, para cuando alguien aparece en el hospital la infección ya ha pasado a otras personas que pueden estar a punto de infectar a otras. En ese sentido comparte características con enfermedades como el sida, en las que puedes tener una gran transmisión sin detectar antes de darte cuenta de que hay un brote.

¿Cómo podemos saber la efectividad de las medidas de control?

Es muy difícil saber exactamente qué está teniendo qué efecto, pero podemos mirar lugares que han aplicado medidas en secuencias diferentes. Por ejemplo, en Alemania las mascarillas se introdujeron en distinto orden en algunas áreas y eso hizo posible estimar el efecto de que la gente las lleve. Lo mismo con los colegios, que están abriendo de distintas maneras en cada lugar. Será muy importante intentar aprender tanto como podamos de la variación que veamos entre países.

En otras palabras, estamos inmersos en un experimento global queramos o no.

Esencialmente, sí. Es un juego global de ensayo y error. Tenemos que entender las causas por las que algunos países relajaron las medidas demasiado pronto e intentar aprender lo más rápidamente posible cómo mejorar.

En su libro asegura que “en los análisis de los brotes, los momentos más importantes no suelen ser aquellos en los que tenemos razón. Son esas ocasiones en las que nos damos cuenta de que estábamos equivocados”. ¿Cuándo nos dimos cuenta de que estábamos equivocados con la COVID-19?


“Existe la idea de que los modelos matemáticos son bolas de cristal que pueden darnos todas las respuestas, cuando los investigadores los usamos para mirar un conjunto de posibilidades muy específico”


Hubo dos momentos muy importantes que cambiaron nuestra visión de un brote pequeño a un problema mucho mayor. Uno, al principio. Los números reportados en China eran bajos, pero por cómo se habían exportado a Tailandia y Japón supimos que estábamos frente a algo inusual. Otro, ese par de días de febrero en los que Italia reportó brotes a gran escala. Hasta entonces habían estado muy centrados en Asia, pero que la transmisión hubiera ocurrido tan ampliamente sin haber sido detectada sugirió que estábamos ante un problema muy grande.

Los investigadores que han intentado modelizar y predecir la evolución de la pandemia han sido muy criticados. ¿Cree que los medios y el público han sido justos?

Vemos titulares que dicen que los modelos están equivocados o son correctos, y esa no es la cuestión. Los modelos contestan preguntas muy concretas. Existe la idea de que son bolas de cristal que pueden darnos todas las respuestas, cuando los investigadores los usamos para mirar un conjunto de posibilidades muy específico, como qué pasa si no se toman medidas de control o cuál será la tasa de crecimiento en las siguientes semanas.

En su libro menciona la paradoja de los modelos en contextos como el efecto 2000 y la gripe de 2009. Si aciertan y son escuchados, la gente cree que han fallado y que son alarmistas.

Sí, se ven los modelos como una predicción meteorológica. Si eres pesimista sobre el tiempo eso no cambia el tiempo, pero si muestras las consecuencias de no hacer nada durante un brote y eso hace que la gente reaccione, entonces tu predicción original no será correcta. En muchos países de Europa poca gente se ha infectado, lo que indica que las medidas de control tuvieron un impacto, pero aun así hemos visto muchas muertes y grandes daños. Eso es consistente con el modelo que predice que, si no hubieras introducido medidas y hubieras permitido más infecciones, habríamos visto un número de fallecimientos mucho más alto.

Parte de ese momento en el que descubrimos que estábamos equivocados tuvo que ver con la falta de datos. ¿Qué pasó con los modelos para que al principio se pensara que esperar a la inmunidad de grupo era una opción?

La gran limitación inicial fue la falta de datos disponibles. En Europa muchos países no tenían ni idea de su número de casos. Cuando miramos los datos genéticos disponibles ahora, está claro que había transmisión sin detectar entre países a finales de febrero en Europa
.
Aun así todavía no sabemos cuál es la estrategia apropiada. Entonces estaba muy claro que si los países se sentaban y no hacían nada sería un desastre. Si pones en marcha intervenciones muy fuertes, como los confinamientos, necesitas un plan para después, pero no está claro cuál es la solución a largo plazo para muchos países.

¿Todavía no tenemos una imagen completa?

Sí, muchos países no tienen una estrategia de salida y han relajado sus medidas para luego tener que reintroducirlas. Como todavía son susceptibles [no hay inmunidad de grupo], vamos a acabar en un ciclo en el que estas medidas son implantadas y relajadas repetidamente, quizás hasta que tengamos una vacuna.


“Necesitamos innovación para no repetir confinamientos de manera cíclica durante el próximo año”


¿Debe preocuparnos esta posibilidad?

Es preocupante cuando miramos lo rápido que ocurren estos estallidos. Si la vacuna no está disponible hasta dentro de uno o dos años, es demasiado tiempo adoptando medidas de control drásticas. Necesitamos innovación para no repetir confinamientos de manera cíclica durante el próximo año.

Si solo te centras en las infecciones, es muy fácil confinarse durante un año y acabar con la epidemia, o hacer un rastreo de contactos muy riguroso que identifique todos los casos. Pero existe una realidad en la que hay que implementar las estrategias teniendo en cuenta los efectos sociales y sanitarios de la restricción de movimientos. Si las medidas no son sostenibles, como ya estamos estamos viendo en varias partes del mundo, habrá un efecto dominó en el brote.

Pensaba preguntarle por la plaga de modelizadores aficionados que, sin experiencia en estos campos, ha intentado predecir la evolución de la pandemia. Sin embargo, en Las reglas del contagio menciona el caso de George Sugihara, un ecólogo de peces que aplicó con éxito su conocimiento al mundo de las finanzas. ¿Cuándo son útiles estos enfoques?

Siempre es bueno acercarse con ojos nuevos a un problema difícil. Si tienes una pregunta compleja puede ser muy útil tener gente que haya trabajado en problemas similares, aunque no sean especialistas en ese campo. El problema es cuando se tiene mucha seguridad sin haber leído lo básico. En este brote he visto a gente llegar con mucha confianza y caer en errores que se cometían hace 40 años y que no deberíamos repetir.

En su libro explica que el contagio es un proceso social y que en Italia la gente interactúa más que en Hong Kong. ¿Ha jugado esto un papel en la propagación del coronavirus?


“En este brote he visto a modelizadores llegar con mucha confianza y caer en errores que se cometían hace 40 años y que no deberíamos repetir”


Italia fue una de las áreas que antes se vieron afectadas en Europa y hemos pensado mucho en si hay diferencias sutiles en el comportamiento que hayan contribuido. Las interacciones sociales de Hong Kong son similares a las de Londres, pero aquí hemos visto brotes porque también es importante cómo la gente responde al brote. Por ejemplo, cuántos intentan reducir su riesgo de infección con mascarillas. Todo eso influye.

Asegura que las ideas también se rigen por estas reglas del contagio, pero que se extienden con gran lentitud. ¿Es esto un problema para la ciencia?

Algunas ideas en ciencia tienen problemas para difundirse tan rápido como deberían, en parte por razones políticas. También porque, como decía el físico Max Planck, “la ciencia avanza de funeral en funeral” y si alguien domina un campo puede ser difícil que emerjan nuevas ideas. Es un riesgo grande, sobre todo si tratas con una nueva amenaza como una pandemia en la que habrá pocas certezas.
¿Está la ciencia preparada para la urgencia que implica una pandemia?
Estamos mucho mejor que hace unos años, pero quedan retos porque la ciencia está diseñada para escribir un paper, publicarlo y progresar en tu carrera, no para responder y juntar evidencias con rapidez.

¿Deberíamos obsesionarnos menos con los datos brutos que ofrecen los medios?

Tenemos que ser cuidadosos a la hora de sobreinterpretar los datos porque no todos son recogidos y agregados de la misma forma conforme avanza la semana. Se puede montar un drama por un cambio de un día para otro, cuando puede que no refleje el brote subyacente.

También necesitamos centrarnos en qué datos son importantes para cada analizar cada situación. El número de reproducción es muy útil cuando tienes un brote grande con muchos casos porque te dice cómo está creciendo. Cuando son números pequeños a nivel local es mucho más importante saber dónde está ocurriendo la transmisión, cuánto estamos detectando y quién está en riesgo.

Comentaba antes que los datos llegan con cierto retraso, ¿cómo trabajar con ellos?

Los datos más fiables tardan más en llegar. Cuando tienes una epidemia en crecimiento, el número de casos puede no reflejar la transmisión real porque no recoge el número total y, en cualquier caso, son de infecciones que tuvieron lugar semanas antes. Lo más fiable son las hospitalizaciones y muertes, pero también reflejan eventos pasados y si intentas reaccionar basándote en eso estás muy por detrás de la situación.


“Tenemos que ser cuidadosos a la hora de sobreinterpretar los datos y centrarnos en los que son importantes para cada analizar cada situación”


Las reglas del contagio no va solo de enfermedades, sino también de cómo estas normas se aplican a la difusión de ideas, pánico, crisis económicas, violencia… En estos meses hemos visto otros ejemplos de contagio, por ejemplo de desinformación y bulos. ¿Podemos parar esa otra pandemia?

La pandemia va a prolongarse y tenemos que atacar la desinformación tanto como la propia enfermedad. Será importante controlar la información sobre qué deberíamos o no hacer, dónde estamos y qué pasa. No podemos deshacernos de cada mala información como no podemos identificar cada infección en el mundo. En su lugar tenemos que reducir cuánta gente está expuesta a esa información.

WhatsApp ha limitado el número de personas con las que se pueden compartir mensajes, lo que reduce la velocidad de transmisión: es muy similar a lo que estamos haciendo con el distanciamiento social porque si la gente no interacciona tan ampliamente es muy difícil que algo se extienda tan rápido.

También hemos visto plataformas que dan información fiable al buscar sobre coronavirus. Sabemos por las vacunas que es una forma muy poderosa de intervenir: si reduces la susceptibilidad la gente no estará expuesta, ya sea a un virus real o a desinformación, y no necesitas interrumpir sus interacciones.

¿Cómo cambiará la privacidad en el mundo poscoronavirus?

El balance entre privacidad y salud pública es muy importante. Si queremos controlar la infección tenemos que saber dónde está sucediendo y eso significa recoger buenos datos, más personales, porque el virus da poco tiempo para responder. Debemos conseguir la confianza de la población para asegurar que estas medidas son posibles.

Necesitamos muchos datos, pero ¿aceptarían los europeos medidas como las de Corea del Sur, donde recogen datos sin necesidad de autorización previa?

Es un equilibrio realmente difícil. Algunos países han hecho rastreos estrictos de móviles y tenemos la impresión de que eso no podría pasar en Europa, pero debemos elegir entre tener una colección de datos más detallada o tener confinamientos repetidos. Eso es lo que hay en juego.

Algunos tienen la sensación de que podemos volver a la normalidad, pero gran parte del éxito de los países asiáticos ha venido por los datos y por asegurarse de que la gente permanece en cuarentena. Si queremos eso, entonces tenemos que explicar lo que implica.


“El balance entre privacidad y salud pública es muy importante. Para controlar la infección tenemos que saber dónde está sucediendo y eso significa recoger datos más personales, porque el virus da poco tiempo para responder”


Ha insistido varias veces en la importancia de contar con buenos datos. ¿Han sido los gobiernos suficientemente transparentes en este sentido?

En cada brote hay grandes problemas con los datos, es parte de la vida del epidemiólogo. Hay muchos motivos por los que pueden ser malos. Si es una decisión de alguien, debe cambiarse. Si no se recolectaron, ya sea por error o motivos de organización, debemos hacerlo mejor en el futuro, pero también ser conscientes de que siempre vamos a tener una imagen incompleta con la que tomar decisiones.

Las reglas del contagio comienza hablando de la crisis financiera de 2008. La siguiente pandemia, ¿será económica?

Veremos contagio económico porque el mundo está muy interconectado. Necesitamos pensar en el efecto dominó que habrá si en seis meses el coronavirus está controlado en algunos países pero no en otros, cómo va a afectar a la capacidad de los países para seguir funcionando. Es un problema internacional. El nivel de infección de uno va a influir en lo que pase en la sociedad y la economía en más lugares.

La gran pregunta: ¿qué va a pasar en el futuro?

Es muy difícil decir cuántos casos o muertes veremos en los siguientes meses. Creo que algunos países no lograrán el control y puede que la acumulación de inmunidad sea la que termine el brote, con un gran impacto en la salud. Otros, con restricciones fronterizas y cierres muy estrictos mantendrán la infección muy baja. En medio año, el mundo se dividirá en dos mitades según lo bien que cada país esté controlando la pandemia.


“La polio y el sarampión tienen vacuna y han sido difíciles de erradicar. Creo que el coronavirus será una amenaza global para el futuro próximo”


Incluso cuando llegue la vacuna, ¿cuánto tiempo conviviremos con la pandemia?

Lo que suceda a continuación dependerá de lo buena que sea la vacuna. Lo ideal sería que fuera muy efectiva, pueda mantener la transmisión bajo control y podamos dársela a mucha gente en todo el mundo. En ese caso podríamos volver a la normalidad con bastante rapidez. Pero pienso que lo más probable es que necesitemos aplicar otras medidas. Puede que no sea posible dársela a todos los países y gente. La polio y el sarampión tienen vacuna y han sido difíciles de erradicar. Mi esperanza es que consigamos una vacuna que nos ayude a volver a la normalidad, pero creo que el coronavirus será una amenaza global para el futuro próximo.

Entonces, ¿la pandemia de COVID-19 cambiará el mundo para siempre?

Creo que dejará un impacto muy profundo en el mundo. Lo que pase el próximo año en cuanto a brotes y respuestas nacionales tendrá un efecto durante décadas.

Fuente: SINC




































































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